El día 28 de Enero
de 1999 se cumple el ochocientos aniversario de la concesión de la
"carta puebla" a la villa de Balmaseda. En 1199 D. Lope Sánchez
de Mena, Señor de Bortedo (Valle de Mena, Burgos) segregó
en la ribera de Cadagua un territorio, concediendo a sus habitantes y a
los futuros pobladores un documento jurídico lleno de ventajas, el
mismo, en lo esencial, que gozaba desde hacía tiempo la ciudad castellana
de Logroño.
Se pretendía con ello asegurar en un punto estratégico por
donde pasaba una vieja calzada romana, una población estable y organizada,
que desde entonces tiene vocación de pequeña urbe en todo
el entorno, una pequeña ciudad rodeada de un universo absolutamente
ruralizado. Como es sabido, Balmaseda fue la primera población de
Bizkaia en adquirir esa carta de naturaleza.
La villa de Balmaseda (7500 hab. ) ya ha comenzado a desarrollar un amplio
programa de celebraciones para conmemorar la efeméride. Este artículo
que yo firmo se suma modestamente a ese júbilo. Se trata de una pequeña
aportación sobre un palacio urbano, el de Horcasitas (también
conocido como del Marqués Buniel) que es un elemento de los que más
ayuda a enriquecer el acervo monumental de la villa.
Balmaseda nace con vocación de servir como punto comercial, de abasto
y de producción de bienes de consumo a un entorno absolutamente rural.
Además de ciudad-mercado, en un pequeño centro administrativo
del tráfico de mercancías entre la costa y Castilla y viceversa.
Al menos desde el siglo XV existió en la población una aduana,
un puerto seco de Castilla (como los de Orduña y Vitoria) donde se
fiscalizaba el paso de las mercancías entre Bilbao y Castilla. Para
gobernarla, el rey se servía de funcionarios, administradores, y
precisamente a uno de ellos, a D.Lucas de Horcasitas, activo en la segunda
mitad del siglo XVII, es al que se debe la construcción del palacio
del que trato. Bien por confusión entre promotor y cargo, bien por
razones objetivas, la tradición dice queel propio palacio sirvió
como aduana.
Aparte de este valor simbólico ligado a una institución que
abandonó definitivamente Balmaseda en 1841, el palacio posee otros
valores, cuya monumentalidad y tipología son ciertamente reseñables.
Con dimensiones verdaderamente considerables -un cubo de 25 x 25 mts. aprox.
construido en cuatro alturas- para ser palacio un urbano, ocupa casi toda
la manzana rectangular asomada a dos calles, la Vieja (Martín
Mendia actual) y la del medio (Pío Bermenjillo) . La amplitud permite
un espacio ajardinado cercado de verja muro, dimensión poco frecuente
en los casos históricos.
La peculiaridad tipológica estriba en que no se trata de un edificio
aglomerado, como es la conducta predominante en los palacios cantábricos
de todos los tiempos, sino ahuecado por un patio interior porticado en medio
de su masa construida.
Hasta el día de hoy, que yo sepa, el palacio estaba inédito.
Tan sólo los escudos de armas a las dos calles identificaban al apellido
promotor: los Horcasitas de Arcentales (Bizkaia), valle donde se conservan
aún en pie la casa de linaje y capilla privativa en la iglesia de
San Miguel.
Lo he averiguado por la documentación extraída del Archivo
Histórico Provincial de Vizcaya (Protocoles Notariales). en efecto,
en el inventario que se hace a la muerte de D. Lucas Horcasitas ante notario
el día 8 de Agosto de 1686 aparecen reflejados entre sus papeles
la escritura de construcción de la casa con los canteros montañeses
Pedro del Pontón Setién, de Galizano, y Andrés de Collado,
de Liendo. Apenas ocho meses antes se debieron de haber comenzado las obras
pues el día 1 de enero de 1686 recibieron los maestros el primer
anticipo, de 11.916 reales, y luego otros tantos.
Otros pasajes como el contrato de la albañilería con Francisco
de Calera, de la carpintería con Diego de Peredo y de la rejería
con Juan de Floriategi, son también inéditos.
El edificio se resuelve fundamentalmente en sillería y es una masa
cúbica perforada por un hueco para patio. Este es de cuatro crujías
de dos tramos en dos pisos, el de abajo con arcos de medio punto sobre pilares
y el otro con arcos rebajados. Por uno de sus ángulos una escalera
enlaza todas las plantas. Asimismo, el patio recoge el tránsito desde
el exterior pues en él convergen dos zaguanes enfilados a las dos
puertas de la casa. Esta tiene dos fachadas: la principal, a juzgar por
la mayor dignidad del acceso, es la de la calle Martín Medía,
a mediodía. Se modula rígidamente en cinco ejes de vanos,
unos de ventana y otros de balcones, todos defendidos con herrajes y el
principal con moderada solera pétrea que carga en un par de columnas
corintias calzadas en sus netos. Hay también dos escudos con las
armas de Horcasitas. Con bordura de aspas su campo tiene dos cabras rampando
a un árbol. Los vanos principales son adintalados y se recercan con
sucesivas molduras en orejeta, y los menores sólamente con placa
lisa. El alero ha sido renovado, pero no la cornisa, que es de tipo cóncavo-convexo.
La misma severidad compositiva se acusa en la otra fachada, que posee
hacia el antiguo camino real un gran portón adintelado con marco
moldurado también bajo balcón principal con plataforma de
piedra. En realidad, salvo el acceso, que es aquí más modesto,
esta parte norte se formula de la misma manera que la fachada principal,
incluido el cornisamiento. Lleva también los dos mismos escudos.
Las laterales son mucho más modestas, en material menos noble, enlucido,
como enlucidos van también los dos pisos superiores por la parte
del patio, por cuyos desconches aparece el ladrillo compacto.
A lo expresado respecto al valor tipológico como poco frecuente
palacio con patio hay que añadir la versión severa de su estilo,
el barroco. El recargamiento decorativo característico del barroco
castizo triunfante en España en el tercer tercio del siglo XVII no
aparece aquí por ninguna parte, sino por contra, una opción
desordenamentada y severa como es lo más frecuente en la arquitectura
vasca y montañesa del momento.
Efectivamente, la arquitectura que aquí se oferta la mayor parte
de las veces en esa época no es más que un clasicismo de inercia,
que acepta novedades propiamente barrocas como la formulación moldurada
en vanos mayores, la cornisa cóncavo-convexa y los mensulones de
placa recortada debajo de los balcones, pero hace oídos sordos al
ornato que por otras regiones se desarrollaba ampliamente por entonces.
Incluso en el acceso, parte normalmente más proclive a admitir el
ornato, se prefiere una fórmula conservadora, clasicista, con ese
severo portal alojado entre columnas y balcón.
De lo dicho se desprende que el palacio de Horcasitas de Balmaseda es un
formidable elemento residencial fruto de maestros montañeses, colectivo
que incluso entre gentes de prestigio como Pontón Setién,
se identificaban poco -fecha ya avanzada la de 1686- con el barroco ornamentado.
Y ese es también el tono medio de la arquitectura de Bizkaia hasta
que se vaya imponiendo lentamente el influjo de Loyola.
El administrador-funcionario de la aduana, procedente de un linaje rural,
deja bien claro que un palacio en la ciudad, espacio de su éxito
social, es una buena manera de significarse. Eso es también lo que
hacen en las villas los enriquecidos en la industria del hierro o en los
negocios, el único grupo social que puede acometer este tipo de gastos
santuarios en un siglo fundamentalmente de crisis económica.
José A. Loza, Profesor de
la Universidad de Deusto. |