Bioindicadores de recuperación en la Ría de Bilbao
José I. Saiz

En la desembocadura de la Ría de Bilbao, en la zona conocida como 'La Mojijonera', se destaca sobre las aguas del Abra, un monumento impresionante (Foto 1), no tanto por su grandeza sino por su significado emblemático, puesto que refleja literalmente la historia de Bilbao y su área de influencia. El monumento fue erigido al ingeniero vasco Churruca, quien solucionara el problema portuario de Bilbao con la construcción de los diques, hoy internos, en la zona embravecida del Abra. En la conciencia histórica de esta villa se conoce bien al mar, más por la tragedia que por su encanto bucólico y entrañable belleza. Alguien recogió bien el sentir secular de Bilbao, cuando se le ocurrió representarlo como un hombre vigoroso y desnudo, luchando encarnizadamente con su particular enemigo: el mar Cantábrico, representado en el monumento por el dios Neptuno, que sucumbe, sosteniendo con su pierna la caída de una gigantesca piedra, que le aplastará para siempre.

Bilbao humilló al dios del mar, le despojó de su fiero tridente y le arrebató la corona. Y además sabemos que lo celebró durante muchos años, creando riqueza y oportunidades para muchas gentes que aunaron esfuerzos y destinos propagando a su vez el buen nombre y la justa fama de Bilbao por todos los sitios que pudieron. Sin embargo, la victoria de Bilbao no fue del todo 'limpia'. Quizás sin quererlo, Bilbao también contribuyó, con su alocado crecimiento urbano e industrial, a una de las historias de contaminación más espectaculares que se puedan contar hoy sobre la faz de la Tierra. No se entiende, ahora, que Bilbao inmortalice a lo largo de su historia la Ría (Marrodán, 1977), y que sobre sus aguas pútridas se arrinconen todavía bajo los muelles los cadáveres miserables de esos mubles (Lluis, 1998), que de alguna forma oyeron que aguas arriba, Bilbao, quería cambiar su imagen. Algo cruza los tiempos.

Pocas veces un estuario tan pequeño ha sido utilizado para tantas cosas a la vez. Con sus 15 escasos kilómetros de recorrido y su caudal más bien bajo (como media 25 m³/seg) comparado con otros estuarios del entorno europeo) lo dice todo. Rodeado por abruptas montañas, con sus colinas apretadas por bloques de casas, en Bilbao y su área de influencia han vivido al mismo tiempo hasta un millón de personas, que se fueron concentrando a lo largo de sus orillas, mezclando residuos industriales con urbanos, con la esperanza de que la Ría los transportara y diluyera en mar abierto. Bilbao fue ambicioso, cuando también quiso dotarse de un puerto seguro, rectificando el recorrido de la Ría, dragando sus fondos y taponando para siempre muchas de sus ciénagas y marismas. El resultado de toda esta actividad frenética en un intervalo tan corto de tiempo, ha sido la perpetuación de una situación de anoxia (= falta de oxígeno) para sus aguas, bien patente todavía en las bajamares vivas cuando se observa un suave 'burbujeo' en la superficie del agua, como si estuviera chapoteando una lluvia muy peculiar que proviene de las entrañas de la Ría. Tanto ha sido la materia orgánica acumulada en sus fangos que la vida del estuario tuvo que retroceder en el tiempo, reflejando las condiciones arcaicas de un pretérito que ahora se antoja lejano en la evolución de la Tierra, cuando la vida transcurría sin una atmósfera de oxígeno. Sólo los micro-organismos anaerobios son capaces de degradar la materia orgánica en esas circunstancias tan particulares, produciéndose la típica ebullición de gases (metano, anhídrido carbónico, etc.) como productos de deshecho de su metabolismo. La vida aerobia pluricelular (= reflejada en los animales), que surgió en el curso evolutivo bajo una atmósfera rica en oxígeno, se tuvo que retirar de los fondos de la Ría de Bilbao hacia la desembocadura, en espera de mejores condiciones para su penetración aguas arriba. Todavía se pueden ver abundantes 'subfósiles' de la almeja de perro Scrobicularia plana (Da Costa) en ciertos espacios del intermareal, testigos mudos del retroceso sufrido por la fauna cuando se propagó la contaminación por todo el estuario.

Pero, sería injusto decir de Bilbao sólo ésto. Bilbao se ha comprometido con la modernidad. Y se ha propuesto rectificar la situación de interferencia antrópica ejercida secularmente sobre su Ría. El 'Consorcio de Aguas' (1993) proyectó hace años el saneamiento de la Ría y tras calificar el 'Plan Integral de Saneamiento' como una de las obras medioambientales de mayor envergadura para el País Vasco, prometió la recuperación de la misma al interceptar los vertidos y tratarlos en modernas depuradoras. El resultado, tal y como nos fue pronosticado, es la consecución del suficiente oxígeno en la columna de agua como para que vuelva a proliferar la fauna autóctona del estuario. Es decir, gusanas (Foto 2a:Nereis diversicolor O.F. Müller), almejas de perro (Foto 2b) y mubles (Mugil cephalus Cuvier) entre otros seres, podrán recolonizar los espacios perdidos por la permanente anoxia de antaño. Nunca Bilbao ha tenido tan cerca la oportunidad de reparar parte de la 'injusta' victoria antes referida.

El gran reto de investigación que se abre ahora es predecir la recuperación de la Ría a corto y medio plazo (Saiz Salinas et al. 1998). Estuarios tan o incluso más contaminados que el de Bilbao, se pueden encontrar en otros derroteros. Pero lo que hace a Bilbao pertenecer al club selecto donde se colocó hace tiempo el Támesis de Londres, es la posibilidad de que en un intervalo corto de tiempo, sufra una transformación drástica desde un mundo anaerobio (= sin oxígeno) a otro aerobio, donde se ha pronosticado la recuperación de su fauna. De aquí arranca la feliz idea de utilizar organismos como indicadores de calidad ambiental. Y la idea no es nueva para el hombre: los mineros, por ejemplo, han utilizado canarios enjaulados para detectar grisú en las galerías de las minas que trabajaban. De forma similar, nos hemos propuesto como tema de investigación establecer relaciones cuantitativas entre la presencia y abundancia de ciertas especies y las condiciones ambientales que indican. Nada es más económico y acertado, la biología ahorra tiempo, esfuerzos y dinero, pues los continuos análisis físico-químicos, además de caros, sólo indican la situación del momento del muestreo. Por el contrario los biondicadores de contaminación, integran en el tiempo el flujo de contaminantes a los que se ven expuestos. Toda esta 'tecnología biológica' se está desarrollando en la UPV/EHU y en su vertiente aplicada permite evaluar de forma constante la calidad ambiental de ecosistemas tan dañados como la Ría de Bilbao en su proceso de recuperación.

Pocas veces la distribución de la fauna ha podido guardar tanta trascendencia para la conciencia colectiva de los ciudadanos de una comarca como la del bajo valle del Nervión. En un contexto de nuevos retos y modernidad para el Bilbao del siguiente milenio, sería difícil explicar a los bilbaínos la ausencia de cardúmenes de mubles surcando las aguas del Arenal toda vez se concluya el saneamiento de la Ría en el año 2004.

Bibliografía


- Consorcio, 1993. Agiria 92 Memoria. Bilbo Haundiko Uren Partzuergoa - Consorcio de Aguas del Gran Bilbao, Bilbao, 95 pp. + app.
- Lluis, M., 1998. La putrefacción de animales muertos junto al Palacio Euskalduna alarma a los obreros. El Correo 16-9-98.
- Marrodán, M.A., 1977. Antología de la ría y del abra. Colección Temas Vizcaínos, no. 27. Bilbao: Caja de Ahorros Vizcaína, 55 pp.
- Saiz Salinas, J.I., J.A. Gonzalez Oreja, J. Urkiaga Alberdi, S. Pagola Carte y M. Bustamante, 1998. Recovery scenarios in the 'Ría de Bilbao' and 'Abra de Bilbao'. Cuad. Invest. Biol. (Bilbao), 20: 493-496.


José I. Saiz Salinas, Dpto. de Zoología y DCA. UPV / EHU
 


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