A pesar de que la industria ha desempeñado
tradicionalmente un papel fundamental en la economía de nuestra Comunidad
Autónoma, la crisis de los primeros años noventa, que golpeó
este sector con singular dureza, hizo aflorar opiniones consideradas como
cualificadas que cuestionaban su entidad y función en el futuro.
Sin embargo es muy destacable la notable recuperación de esta actividad
durante los últimos años al amparo de la favorable coyuntura
internacional.
Uno de los indicadores más valiosos de su trayectoria es la evolución
del empleo industrial cuyas fluctuaciones han sido muy fuertes en le pasado
reciente. Según las informaciones del Instituto Nacional de Estadística
(INE) en base a la Encuesta de Población Activa (EPA) en 1.975 la
población ocupada por la industria de nuestra Comunidad Autónoma
llegaba a 357.500 que representaban el 45,2% de los 791.000 totales. Diez
años más tarde en 1.985 el total de empleados se había
reducido hasta 614,000, es decir el 22,4% siendo la caída porcentualmente
más acusada en la industria con significativos cambios en su distribución
provincial.
La puesta en marcha de la Encuesta de Población en Relación
con la Actividad (PARA) por el Eustat ( (Instituto Vasco de Estadística)
supuso un avance muy importante en la fiabilidad estadistica. Según
sus informaciones en 1.985 de los 680.000 ocupados totales, 265.300, es
decir el 39% se empleaban en la industria, iniciándose un fuerte
deterioro de forma que tres años más tarde, el tercer trimestre
de 1.988 llegaban únicamente a 218.200 o el 33,9% de los 644.500
del conjunto. Pero la situación continuó deteriorándose
con únicamente 202.000 empleados en 1,997 (tercer trimestre) que
representaban el 30,1% de los 670.500 totales. Tras una cierta estabilidad
en torno a los 211/217.000 empleos industriales de los últimos dose
meses (tercer trimestre de 1.998 en relación con la misma fecha del
año anterior) se registra una sustancial mejoría al llegar
a los 240.200 empleos el 30,6% de los 784.200 del conjunto.
Este crecimiento de 23.200 empleos industriales en solo doce meses que
llegan a representar el 10,7% en términos interanuales es reflejo
de la fuerte actividad del sector cuya ocupación ha crecido el doble
que la de los servicios. Este comportamiento viene asimismo refrendado por
la práctica totalidad de los restantes indicadores, siendo obligado
señalar el distinto comportamiento territorial.
Junto a esta evolución cuantitativa en nuestra industria se están
produciendo cambios cualitativos importantes.
Habría que destacar la mejora de los métodos de gestión
al menos en una parte de las empresas a lo que también están
contribuyendo las aportaciones delas incorporaciones de profesionales de
la última década con mejor disposición a utilizar las
herramientas de gestión más innovadoras.
Al propio tiempo la cultura internacional o el hábito de los empresarios
en desenvolverse en los mercados exteriores también va progresando,
todo lo cual es positivo pero sin que haya que olvidar que globalmente consideradas
nuestras empresas industriales están mucho mejor que el pasado, pero
lejos de alcanzar los niveles de los principales competidores en los mercados
mundiales.
El comercio exterior se ha incrementado fuertemente los últimos
años, pudiendo las exportaciones de productos no energéticos
alcanzar los 1,6/1,7 billones de pesetas durante 1.998, cuando hace poco
más de una década en 1.986 únicamente vendíamos
a terceros 1.126 billones de pesetas. Llegar a los 2 billones el año
2.000 constituye un logro importante. Sin embargo es obligado señalar
la fuerte concentración de los bienes que vendemos y los países
a los que lo enviamos, aunque los metales comunes y sus manufacturas que
tradicionalmente han sido cuantitativamente los más importantes están
perdiendo posiciones a favor del material de transporte (principalmente
vehículos automóviles y sus componentes) y las maquinas y
aparatos.
Además se ha avanzado poco en la solución de las debilidades
casi tradicionales de nuestras empresas industriales entre las que el insuficiente
tamaño tiene graves consecuencias pues tampoco somos capaces de su
corrección mediante avtuaciones iterempresariales. Hay que añadir
los escasos recursos económicos, con la consiguiente falta de actuaciones
concretas, en la formación de los trabajadores. Aunque nuestra comparativamente
buena formación profesional palía en alguna medida esta grave
insuficiencia, las negativas consecuencias serán cada vez más
notorias con un sistema educativo que oferta formación que nuestra
economía no demanda y no ofrece aquella otra que se necesita.
En la diversificación de las actividades de nuestra industria
los avances son también limitados. Como es conocido producimos bienes
de media o baja demanda futura, con previsible fuerte competencia en los
mercados internacionales. Corregir esta situación integrando entre
lo que fabricamos productos de elevado contenido tecnológico ( y
mucha menor competecia) así como elevada demanda constituye uno de
los objetivos de la política industrial del Gobierno vasco, con logros
insuficientes, como ya hemos adelantado, a pesar de incipientes nuevas actividades
como la aeronáutica.
La validez de la recuperación de nuestra industria se pondrá
a prueba con el cambio coyuntural y un menor crecimiento económico,
lo que en el contexto internacional actual puede ocurrir a corto plazo,
al encontrarse tres áreas de gran importancia económica en
crisis (Japón, Latinoamérica y Rusia). La precariedad de una
parte de los contratos laborales actuales puede facilitar a las empresas
la superación con éxito de las consecuencias de una menor
demanda, pero desde el punto de vista social, a corto plazo, serán
graves sus repercusiones con fuerte aumento del número de parados.
Carmelo Urdangarin, economista. |