Por encima de la clasificación
sistemática, los instrumentos que se mencionan a continuación
tienen una característica común: la simplicidad.
Tanto por el material utilizado para construirlos, como por el
modo en que producen el sonido, todos ellos son instrumentos
musicales simples. Pero tienen al mismo tiempo personalidad,
y, precisamente por eso, también efectividad, característica
ésta que les ha abierto muchas puertas. Han sido muy utilizados
hasta hace bien poco; su demarcación geográfica
ha sido extenso, superando en muchos casos las fronteras vascas;
al tratarse de instrumentos que no presentan dificultades técnicas,
han fluído por manos tanto de adultos como de niños.
No es fácil trazar una línea divisoria entre el
puro sonido y la música, y estos instrumentos han vivido
muchas veces dentro de ese ambiguo espacio. He aquí algunos
de los utilizados en el País Vasco:
"Burrunbera"
El grupo que mejor se corresponde
con este instrumento en la clasificación es el de los
aerófonos. También se conoce con otros nombres
en el País Vasco, como por ejemplo zurrunbera y furringila.
Tal como nos ha llegado al siglo XX, ha sido principalmente un
productor de sonido utilizado por los pastores. En una tabla
en ocasiones bastante artísticamente tallada, se hace
un agujero, del cual se ata una cuerda fina. Entonces se hace
girar sobre la cabeza, produciendo así un sonido grave,
profundo y largo. También ha sido juguete infantil. Existen
variantes de este instrumento.
"Kriskitinak"
Este instrumento idiófono
consta de dos piezas de madera cóncavas, atadas una frente
a la otra. Se coge uno en cada mano, asiéndolos con toda
la palma para seguir el sonido rítmicamente, no de cualquier
manera. También se les conoce como arxaluak. En los lugares
no vascoparlantes se les llama castañuelas. Hoy en día
las utilizan sobre todo los danzantes de algunas poblaciones
en coreografías con apoyo puramente intrumental ante las
imágenes sagradas de culto local. Como ejemplo puede citarse
la habilidad rítmica de los dantzariak de Oñate
en los bailes ante San Miguel, el trabajo de los danzadores de
Elciego ante la Virgen de la Plaza, o el acompañamiento
sonoro a la Virgen de Muskilda de los de Ochagavía. También
se han utilizado fuera de estas complejas sagas coreográficas,
sobre todo en los bailes llamados arin-arin, orripeko e ingurutxo.
Debe
citarse una variante: las pulgaretas, instrumentos similares
más pequeños vistos hasta hace poco; cada par se
sujetaba por los pulgares, en vez de con toda la mano.
"Tarrañuelak"
Estos idiófonos guardan mucha
relación con el instrumento anterior. Formados por dos
pequeñas tablas rectangulares, se sujetan entre los dedos
de las manos, y en caso de que el instrumentista sea hábil,
se utilizan dos pares de tablitas. Se vale de ambas manos para
seguir el sonido rítimicamente. En Bizkaia se les llama
"paluek", y en La Rioja tabletas.
"Tronpa"
Es
un instrumento calificable como idiófono. Antaño
se conocía también como mosu-musika y mosu-gitarra.
A pesar de que fuera muy utilizado, en la actualidad apenas se
conoce.
Tal como señala J. A. Donostia,
tiene el aspecto del perímetro de una llave, es metálica,
y lleva un fina lámina larga, igualmente metálica.
Con la boca abierta, se coloca en los labios, se coge con una
mano, mientras con los dedos de la otra se pone en movimiento
dicha lámina. La boca actúa como caja de resonancia,
y es dominando la vibración como se consiguen las notas.
"Alberretxiku hezurra"
Este
simple aerófono nos ha llegado a través de los
niños, quienes, tras pelar con los dientes el hueso de
albaricoque, le hacían un agujero en una de las puntas
gastándolo contra el suelo o la pared. El sencillo proceso
de construcción continúa vaciando su interior.
Colocando los labios en el agujero, se sopla aire dentro para
que el hueso lo devuelva como sonido.
"Sunpriñua"
Este
aerófono de doble lengua se construye con la corteza del
avellano. Hay que quitársela a la rama en toda su longitud,
para conseguir una lámina de cinco o seis centímetros.
Luego, dando vueltas mediante esta delgada y larga lámina,
se convierte en una estructura parecida a la gaita o dulzaina,
a modo de tubo, la parte de la boca muy delgada, y la otra punta
como una campana, donde se le hacen dos agujeros para conseguir
distintas notas.
Para poder separar la corteza sin dificultad, el avellano
debe encontrarse en pleno procesos vital, por lo que la mejor
temporada para construir este instrumento suele ser la primavera.
La vida del sonador no es muy larga. A medida que la corteza
va secándose, se vuelve más frágil y se
rompe con facilidad.
"Txilibitua"
O
txulubita, pues también así se conoce en otras
zonas del País Vasco. Este aerófono lo han utilizado
sobre todo los niños, al menos en el siglo XX. Muy conocido
en muchos lugares, lo construían los propios niños
para jugar, o, en el caso de que estos fueran muy pequeños,
sus padres.
El material más utilizado
es, también en este caso, el avellano. Soltando la corteza
como un tubo -con más facilidad en primavera-, se le hace
el pico en la misma madera, y un agujero para que entre el aire
desde uno de sus extremos. El otro agujero superior ejerce la
función de la lengua. Para cambiar el sonido, puesto que
este instrumento puede producir notas, se mete y saca un trozo
de palo por la otra punta, mientras el instrumentista sopla dentro.
Jose Antonio Quijera, Sección
de Folclore, Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos
Edición digital de sonido: Elena Moreno
Zaldibar |