Un poderoso virus recorre los micrófonos de las radiodifusión
española desde hace un lustro. Toda emisora de radio que se precie
tiene en su parrilla de programación un espacio, de mayor o menor
duración dedicado al noble afán de la tertulia. Tertulias
por doquier. De tono rosa, de enjundia deportiva, de tronante comentario
de actualidad. Los tertulianos, contertulios o como quiera llamarse a esta
subespecie periodística copan minutos de radio, en un desesperado
intento de ocupar un lugar en el escaparate radiofónico. Por cierto,
golosamente
pagados.
El intercambio de ideas, la libre confrontación de opiniones,
la plural perspectiva de las visiones sobre la actualidad es ,en principio,
un elemento enriquecedor de la comunicación en el medio radio. La
palabra sonora traslada a la radio, lo que es habitual en los círculos
personales de los individuos. A través de la palabra, día
a día, el ser humano se siente persona en su respectivo círculo
social.
Este elemental proceso básico de comunicación entre los
seres humanos sufre notables distorsiones y perversiones cuando la tertulia
y sus protagonistas se encierran en un estudio de radio, ante la fría
presencia de los micrófonos. Define el diccionario de la RAE, el
término tertulia como " conjunto de personas que se reúnen
habitualmente para conversar y recrearse ". Las tertulias en la radio
española han devenido en foros de ataques indiscriminados, altavoces
de estrategias políticas y gallineros de gritos que ni comunican,
ni divierten.
En el panorama sociológico de principios de siglo, las tertulias
eran círculos habituales de intelectuales, artistas y gente del saber,
que en los cafés hacían de la palabra bien dicha, aguda, y
crítica un instrumento primordial para la relación humana.
La discusión de ideas y principios, la acerada disección de
los comportamientos políticos, la irónica visión de
la realidad social en cualquiera de sus parámetros eran marcos en
los que las tertulias adquirían legitimación, significación
y valor cultural.
Más allá de las tertulias de rebotica, con los poderes
fácticos en torno a una mesa camilla - el cura, el secretario y el
boticario ( el poder ideológico, el burocrático y el científico
) que caracterizaban la España rural, las tertulias urbanas reunían
a las mentes pensantes con un corifeo de seguidores. En definitva, eran
modalidades contemporáneas del clásico esquema del ágora
clásico, donde la " cosa pública " se trataba, se
hablaba, se discutía a los cuatro vientos. El intercambio de opiniones,
de apreciaciones, de informaciones entre los seres humanos es elemento diferenciador
de los seres humanos frente al resto de la Naturaleza. Es privilegio del
animal pensante y es
comportamiento exclusivo del mismo. Curiosamente, su desarrollo en el medio
radio se ha pervertido de tal modo, que dificilmente puede apreciarse relación
de identidad entre lo que ocurre en las tertulias radiofónicas y
lo que se entiende como tertulia.
Fijemos en primer lugar, lo que entendemos como tertulia. Es una reunión
de personas plurales que expresan libremente sus opiniones, creencias, posicionamientos
mentales sobre lo divino y lo humano. Esta primera circunstancia queda subvertida
cuando la tertulia se hace desde la radio. La amplitud, la dimensión
del auditorio,el universo de los oyentes modifica el comportamiento de los
protagonistas, los modos de interlocución, los ritmos comunicacionales.
La pausa, el equilibrio, la variedad de la tertulia tradicional se convierten
en teatralizaciones, hiperbolizaciones y desmesuras varias.
Los contertulios de la radio se saben oídos, seguidos por miles
de ciudadanos y no pueden desaprovechar el universo de oyentes para "
vender " sus productos. Esta mercantilización de los modos de
la tertulia quiebra la naturaleza misma del intercambio de opiniones para
la conformación del juicio . Cada tertuliano quiere asentar sus principios,
sin atender al legítimo y enriquecedor cambio de ideas. Se trata
de vencer al otro por cualquier modo dialéctico o retórico.
La pugna entre los participantes borra las características de la
tertulia, convirtiendo a ésta en un campo de ruidos y distorsiones.
De esta forma, se desvirtua el valor enriquecedor de este medio comunicativo
y aleja a los receptores de tales inventos, quedándosecon el ruido
y perdiendo las nueces.
Los participantes en las tertulias radiofónicas al uso se comportan
como hombres-orquesta. Saben de todo, opinan y sientan cátedra sobre
temas diversos y variados. Lo mismo critican la legislación sobre
el genoma humano que dan opinión sobre la construcción de
un canal marino entre la Isla de Madagascar y el continente africano. Este
comportamiento termina siendo superficial y folklórico, con lo que
el contenido de las tertulias se desvirtua y entra en el campo de los tópicos
estériles y repetitivos. Ello conlleva una pérdida de nivel
informativo y consecuentemente formativo.
La polarización de las posturas de los tertulianos, los modos
agresivos en la exposición de las posturas, las identificaciones
excluyentes de los conversadores van desgantando el valor inicial de la
tertulia en las radios. Los oyentes terminan percibiendo las tertulias como
gallineros, salas de combate o estercoleros de opinión. Flaco favor
al asentamiento de modos democráticos en una sociedad penetrada por
los medios de comunicación. Urge una rectificación de los
planteamientos básicos de las tertulias. Se necesita una recuperación
de los principios rectores de las tertulias para reconvertirlas en instrumentos
de opinión, formación y enriquecimiento de la sociedad democrática.
El falso sentido del espectáculo gritón que impregna la mayoría
de las tertulias en la radio de hoy tiene que ser eliminado para hacer del
intercambio personal elemento de construcción de una sociedad más
sana, más participativa, más humana.
No se trata de domar los modos de las tertulias. Se trata de buscar la
eficacia comunicativa, atrayendo a los oyentes al círculo conversacional,
más allá del circo dialéctico y descalificador habitual
en las tertulias radiofónicas. La legitimidad de las opiniones diversas
y plurales, la habilidad retórica de los tertulianos, el bagaje cultural
e informativo de los protagonistas son elementos básicos para construir
una tertulia eficaz, enriquecedora y democrática. Quizá este
planteamiento no atraiga masas de oyentes deseosos de devorar la comunicación-basura
al uso, pero tengo la seguridad de que servirá para clarificar los
pensamientos, enriquecer los juicios y construir criterios más plurales,
estructurados y democráticos.
José
Ramón Díez Unzueta, Director de Radio Vitoria |