
La Parroquía de San Juan Bautista tras su restauración
La restauración y reciente inauguración de la parroquia
de la villa vasca, no exenta de polémica como sucede cuando el nivel
de intervención es notorio, ha motivado la aparición en la
prensa local y regional de algunos artículos periodísticos
en los que se resalta, sobre todo, la antigüedad y la especificidad
de su cabecera, pero pocos han incidido en el ambiente en que fue construido
ni en el monumento mismo. Habría que destacar en el aspecto positivo
al Consejo Promotor del proyecto de conservación y restauración
de la mencionada parroquia, quien en su informe de presentación de
1993 hacía una larga introducción de los apuntes históricos
más interesantes sobre la iglesia de San Juan Bautista.
El fin de estas líneas no es realizar ninguna valoración de
la actuación restauradora, en la que ha primado obviamente lo arquitectónico
por encima de cualquier otro aspecto, sino que su única pretensión
es acercarse a él y contextualizarlo en su época, para comprenderlo
mejor y, a la vez, mostrar nuestra admiración hacia aquella feligresía
que con su esfuerzo titánico contribuyó a hacerlo realidad.

Abside de la Parroquía de
San Juan Bautista
Mondragón, villa fundada por el rey castellano Alfonso X en 1260,
fue codiciada por los señores del entorno desde que inició
su andadura histórica. Las fricciones fueron continuas, sobre todo
las habidas con el conde de Oñate, de la poderosa familia de los
Guevara, que ejercía su jurisdicción hasta las mismas puertas
del recinto amurallado. La tensión llegó hasta el punto de
dirimirse en territorio mondragonés el enfrentamiento entre los gamboínos,
liderados por el Guevara, y la facción rival de los oñacinos.
Sucedió la víspera de San Juan de 1448 y la villa de Mondragón
quedó reducida a cenizas.
El historiador Esteban de Garibay dejó escrito una centuria después
que se quemó la iglesia con sus órganos, campana, reloj, retablos
y ornamentos, es decir, todo.
El templo, francamente revalorizado con esta restauración, es, por
tanto, posterior a esta fecha y promovido en un tiempo que no era especialmente
propicio para ello. No obstante las dificultades inherentes a una población
que era preciso rehacerla, a los ingresos ordinarios de la iglesia se añadieron
dos fuentes pecuniarias que contribuirían a que la carga de la obra
nueva fuera menos gravosa. Nos estamos refiriendo, por una parte, a la petición
que los sacerdotes Ochoa Pérez de Zumárraga y Eneco Ibáñez
de Gomistiano realizaron al papa Inocencio VIII para que concediera una
serie de indulgencias a quienes colaboraran en su erección. Y, por
otra, a la donación hecha a la parroquia de San Juan en 1461 por
Iñigo de Guevara, el principal condenado por el incendio, de todas
las tierras y heredades pertenecientes al monasterio de San Miguel de Bedarreta,
cuya portada románica sirve de entrada actualmente al cementerio
de Aretxabaleta.
Parroquía de San Juan Bautista
La parroquia de San Juan es, pues, fruto de aquel empeño.
Se halla ubicada en el centro mismo de la villa, entre dos calles y lindando
con uno de los cantones que la atraviesan transversalmente. Esta circunstancia
hizo que el muro postrero se cortara oblicuamente, de forma que se ajustara
al trazado urbano. Y, probablemente unido a la necesidad de espacio, motivó
que su torre-campanario se alzara sobre grandes arcos apuntados por encima
de dicho cantón, peculiaridad que parece exclusiva de esta iglesia.
Las tres portadas de acceso se abrieron precisamente en cada una de las
calles y cantón y se resolvieron con gran sencillez. La única
concesión a la escultura la hicieron en la situada debajo del campanario,
en la que una estrecha greca vegetal adorna el arco escarzano que sostiene
el tímpano, ocupado por una imagen moderna del titular. Mayor sentido
monumental reviste la que se abre a la calle Iturrioz, donde lo escarpado
del terreno hizo precisa una escalinata, que recuerda la del Santuario del
Yermo en Llodio, al igual que el pequeño conopio presente en ambas
portadas.
Es de planta de cruz latina, con tres naves escalonadas de otros tantos
tramos, crucero desarrollado en planta y en altura, y tres ábsides
en batería, el central de sólo cuatro paños, como el
de la catedral de Pamplona, comenzada a fines del siglo XIV.
Estas características, al igual que los soportes de núcleo
cilíndrico y octogonal con columnillas adosadas, están presentes
en edificios construidos según modelos en boga desde los primeros
siglos del gótico, con ejemplos señalados en San Juan de Laguardia
o San Pedro de Vitoria, iniciadas a fines del siglo XIII, y el más
tardío de Orduña, todos con antecedentes en tierras burgalesas
y castellanas.
Además, presenta la particularidad de que las tras capillas de la
cabecera se hallan comunicadas entre sí a través de grandes
arcos apuntados que han permanecido ocultos hasta ahora, y que también
los podemos ver en el santuario del Yermo de Llodio, antes citado.
Le fueron añadidas posteriormente pequeñas capillas funerarias
abiertas en el muro perimetral, que apenas distorsionan el proyecto primitivo.
A pesar de los vanos, la iglesia resulta bastante oscura. La iluminación,
tamizada por las vidrieras, se realiza a través de algún óculo,
los cuatro ventanales rasgados en las tres capillas de la cabecera (1, 4,
1) y, principalmente, por los que se abren en cada tramo meridional, totalmente
descentrados. La utilización del arco de medio punto para una de
ellas, concretamente para la situada en el tramo de los pies, es evocadora
de las fechas ya adentradas en el siglo XVI en que fueron construidas.
Los abovedamientos son muy sencillos. Crucería cuatripartita, en
las naves laterales, de paños en la cabecera y recorrida por un nervio
espinazo, en la nave principal. Dicho nervio lo utilizaron en el País
Vasco, irradiado de Castilla, en la capilla de Santiago de Vitoria y en
Santa Cruz de Campezo a comienzos del siglo XV, y coetáneamente a
Mondragón, en San Juan de Salvatierra.
La escultura es, sin embargo, muy escasa en cantidad y en calidad. Se reduce
a ciertos capiteles corridos, algunas ménsulas y las claves de bóveda,
con una ejecución mayormente torpe, siendo lo más destacado
la clave de bóveda de la capilla de San Miguel y las gárgolas
exteriores.
Diríase, en definitiva, que se trata de un edificio erigido con un
decidido propósito monumental, aunque con un planteamiento arcaizante
para la época. El maestro cantero que lo trazó en el tercer
cuarto del siglo XV conocía lo que se hacía comúnmente
en Castilla por aquellos años, pero no acertó a incorporar
las novedades que iban llegando paulatinamente de los países nórdicos
y que habían sido totalmente asimiladas a comienzos del siglo XVI,
que fue cuando se dio por concluida la iglesia.
Ana Isabel Ugalde Gorostiza, Licenciada
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