Tenemos hoy en Euskalerria una capacidad tecnológica notable,
capacidad que se distribuye en la Universidad, los Centros Tecnológicos
y las empresas. Se puede decir que en tecnología somos "alguien".
Nuestra presencia en los programas de la Unión Europea lo confirma.
No tenemos la tradición de los grandes países industriales
pero, en los últimos años, gracias a la visión de algunos
y al esfuerzo de muchos, hemos avanzado con firmeza y nos hemos acercado
a ellos. Hace veinte años no teníamos nada y ahora hemos superado
a muchos y hay algunos campos en que nos codeamos con los mejores. Nadie,
hace veinte años, habría pensado que esto sería posible
y nadie hoy lo discute.
Pero sí debemos reflexionar y discutir sobre las carencias y debilidades
de nuestro sistema de tecnología, que las tiene, para corregirlas
y para tenerlo siempre vivo y acorde con las exigencias de estos tiempos.
Tenemos que poner en cuestión su dimensión, su equilibrio,
su posible descompensación, su disposición para evolucionar
según lo hagan las necesidades de nuestra sociedad y otros aspectos
que no me voy a detener aquí a examinar. Creo que, en esta próxima
legislatura, quien tenga la responsabilidad de hacerlo, debería analizar
y actuar en consecuencia, para que, partiendo de la situación actual,
demos un nuevo salto hacia delante.
Tiene, sin embargo, nuestro sistema de tecnología una característica
en la que me gustaría detenerme un poco más. Es su fragilidad,
por lo menos, a mí me lo parece. Ya sé que todos los sistemas
relacionados con la generación del conocimiento son frágiles.
Se construyen con gran dificultad y, si no se les cuida, se destruyen muy
rápidamente. Me refiero ahora a una manifestación concreta
de esta fragilidad, su peligro de empobrecimiento.
Hemos cuidado mucho la orientación de nuestra oferta tecnológica
al mercado industrial, hemos puesto mucho esfuerzo en el acercamiento de
esta oferta a la demanda, es decir a las empresas, hemos diseñado
una política tecnológica subordinada a la política
industrial. Todo ello está muy bien, ha dado unos frutos que no son
desdeñables y, en cierto modo, deberemos seguir por este camino.
Pero no debemos olvidarnos de la necesidad de conservar y aumentar la
frescura del sistema, su calidad, su creatividad, su gusto por el riesgo,
por lo nuevo. No caigamos en el peligro de un sistema que no se despega
del suelo porque está demasiado unido a la necesidad actual de la
demanda industrial. No cortemos las alas a los tecnólogos que tiene
ideas de futuro. No tengamos una visión lineal de los procesos de
generación y transferencia de la tecnología. No nos prepararemos
para responder a unas inciertas necesidades de mañana, fijándonos
exclusivamente en las demandas de hoy. No olvidemos la excelencia tecnológica
por pensar exclusivamente en el mercado de hoy. La investigación
tecnológica de calidad puede abrir caminos desconocidos para la industria
del mañana.
No se trata de olvidar las necesidades del mercado, sino de prestar,
teniéndolas en cuenta, la debida atención a la formación
de tecnólogos, de fomentar su presencia en los foros internacionales,
de facilitar sus estancias en las universidades y centros de investigación
más prestigiosos. También se debe escuchar su voz cuando hablan
del futuro que anuncia la tecnología.
Al mercado actual y al mercado futuro se les sirve mejor, sólo
se les sirve bien partiendo de la excelencia tecnológica. El liderazgo
tecnológico es condición necesaria para un acercamiento al
mercado que sea realmente enriquecedor para éste. Sirvamos desde
la tecnología a la innovación, pero creando, no sumergidos
en la rutina.
José Mendia, Doctor Ingeniero Industrial |