Micaela Portilla es, ante todo, una gran persona.
A pesar de haber recibido toda clase de reconocimientos públicos
y de que, a sus 76 años, sea una investigadora insaciable, conserva
intacta la humildad y el entusiasmo de una colegiala. Esta alavesa "de
corazón", como ella misma señala, que ha dedicado su
vida por entero al trabajo, comenzó su actividad profesional como
maestra en un colegio de Aramaiona. Posteriormente estudió Geografía
e Historia en Madrid, carrera en la que logró una cátedra.
A partir de entonces siempre ha estado a caballo entre Vitoria y Madrid,
realizando multiples estudios históricos. Ha elaborado un Catálogo
Monumental de la Diócesis de Vitoria, Ciudad de Vitoria, Urkabustaiz,
Cuartango y Cigoitia, investigaciones sobre torres y caminos, libros de
texto y varias colaboraciones en revistas y periódicos.
Portilla ha recibido el premio Manuel Lekuona de Eusko Ikaskuntza, el Honoris
Causa de la UPV, es Hija predilecta de Vitoria, Hija adoptiva del Valle
de Ayala y Cuartango, Amiga de mérito de la Real Sociedad Bascongada
de Amigos del País, alavesa del año y es Colegiada Honoraria
del Colegio de Arquitectos Vasco-Navarros, entre otros reconocimientos.
Entre las dos profesiones que ha llevado a cabo, ¿qué
prefiere, ser maestra o investigadora?
Toda mi vida profesional he compaginado las dos cosas. Mi primera profesión
fue ser maestra y nunca he dejado de serlo porque enseñar es muy
gratificante. Te obliga a estar siempre en una actitud de atención
a la gente y es una forma de comunicación muy íntima. Siendo
maestra estudié la licenciatura y al terminar, en el año 54,
comencé a investigar. Son dos actividades complementarias, porque
yo creo que la persona que está enseñando, lo primero que
tiene que hacer es estar trabajando y procurando enseñarse a sí
mismo. El docente procura estar al día y el investigador tiende a
enseñar.
¿Ha tenido alguna dificultad a la hora de realizar su trabajo,
por el hecho de ser mujer perteneciente a una generación en la que
las mujeres prácticamente no trabajaban fuera de casa?
Nunca, todo lo contrario. La cátedra la realicé en una escuela
en Madrid, que por aquel entonces era masculina. En aquellos años
las escuelas eran exclusivamente para chicos o para chicas. Solamente éramos
dos catedráticas en aquel colegio, supongo que de las primeras que
se crearon del Estado y en este centro nos valoraban mucho. En Vitoria me
ha sucedido lo mismo. La verdad es que con mis compañeros siempre
he trabajado muy a gusto, sin ningún tipo de impedimento.
¿Alguna obra suya tiene especial significación para
usted?
Cada una, al igual que debe pasar con los hijos, tiene su encanto. Unos
te han exigido más esfuerzo que otros. Por ejemplo, el libro de divulgación
sobre los Caminos de Santiago por Alava lo escribí con mucha facilidad
porque ya tenía asumidos muchos conocimientos al respecto. Tengo
otros de divulgación que también me han compensado muchísimo:
sobre Quejana, Barria, las Torres de Mendoza y Martio. En el año
64 escribí un libro de texto llamado Naturaleza y Vida que posteriormente
ha sido muchas veces reeditado. También el Catálogo Monumental
ha sido un trabajo muy interesante. Por ejemplo el tomo número siete
me costó elaborarlo cinco años. También tiene una significación
muy especial para mí el libro de Torres y Casas Fuertes en Alava,
mi tesis doctoral.

Micaela Portilla, premio Manuel Lekuona 1997
¿Qué tema entre los que ha investigado le atrae especialmente?
Sí, los caminos, porque lo primero que ha hecho el ser humano ha
sido llegar a los sitios en los que posteriormente se ha asentado. Por los
caminos la gente se ha comunicado, ha llegado el arte, las ideas, la historia
y la cultura. Por ello, mis primeros trabajos de investigación, además
de las torres y casas fuertes, han sido los caminos. Tengo un libro titulado
Las sendas ocultas en la Alava medieval, que trata sobre caminos que después
las carreteras han borrado, y sin embargo, por ellas penetró cultura,
vida y gente. Caminar por esas sendas era difícil y peligroso, tenía
que haber ermitas para que la gente se recogiera y tuviera tiempo de pensar
en sí mismo.
¿Cuál es la metodología de una investigadora
de la Historia y del Arte?
Primero hay que documentarse, analizar textos, firmas y lugares. La documentación
se hace en los archivos parroquiales, en los locales, provinciales, e incluso
en los nacionales y eclesiásticos. Por ejemplo, he pasado todas las
mañanas en el Archivo Histórico Provincial durante dos años
y medio. También muchas veces hay que ir a los pueblos para medir
las imágenes, y luego documentarlas. Por otra parte, tengo que destacar
la colaboración de fotógrafos, dibujantes y unos colaboradores
imprescindibles en este trabajo, de los que se señala un índice
personal. En el catálogo hay que inventariar de una manera ágil,
pero evitar un inventario seco y frío, sino humanizándolo.
Por ejemplo, al escribir sobre una ermita, nunca olvido poner cómo
es el pueblo y cómo son sus gentes. También es importante
escribir al comienzo del libro una panorámica general que despierte
el interés del lector.
¿Qué temas quedan pendientes de estudio en la historia
de Alava?
En estos momentos estoy realizando el octavo tomo del Catálogo Monumental,
y también estoy comenzando el noveno, pero luego otros tendrán
que acabarlo, porque el catálogo es un trabajo casi necesario. En
Alava quedan aún zonas muy interesantes por estudiar: la Ribera Alta
y la Ribera Baja, la Puebla de Arganzón, Zambrana, Berantevilla y
Valdegovía. Esta es una asignatura pendiente pero yo creo que la
historia de Alava está en buenas manos: La Universidad del País
Vasco, que cuenta con un Departamento de Historia del Arte; en realidad
no podía estar en manos mejores.
¿Cuál es el papel que jugó Alava en el Camino
de Santiago?
Alava fue una de las primeras rutas jacobeas, porque los peregrinos se escondían
por sus sendas mucho antes de que se hiciera el Camino de Santiago. En tiempo
de un rey, Alfonso II, alavés por parte materna, es cuando se descubren
los restos del apóstol Santiago. Alfonso II se encargó de
realizar la primera iglesia de importancia en Santiago. Alava también
tuvo mucha, muchísima importancia en los caminos que entraban de
Francia por Bayona e Irún y que atravesaban Guipúzcoa hasta
la cuenca del río Oria, hasta San Adrián. Desde allí
atravesaban Alava en la que Vitoria era un punto muy interesante hasta llegar
a Burgos. Era una ruta alternativa muy importante porque traía todas
las gentes del Cantábrico, del Golfo de Vizcaya y de los Pirineos
Atlánticos. A partir del siglo XIII ganó trascendencia porque
se abrió el comercio de la lana. |