La música occidental fue concibiendo
a lo largo de la edad media una escritura compleja y propia que le permitiera
fijar la altura y duración de los sonidos de las diversas obras creadas
por los que habrían de llamarse los compositores en música.
Esta escritura, realizada en distintos soportes y presentaciones, desde
el pergamino al papel y modernamente al ordenador, en forma de partitura
de dirección, partes, guiones, etc., ha generado una documentación
inmensa en nuestra cultura occidental.
Por otra parte la música necesita casi siempre el concurso del intérprete
para servir al público la música contenida en esas partituras,
lo que ha generado unas estructuras humanas, primero en el ámbito
religioso y más tarde en el civil, tanto profesionales como aficionadas.
Son las Capillas de Música de las iglesias, las Orquestas, Bandas,
Coros, Teatros, etc. La documentación generada por estas estructuras
musicales ha sido conservada y organizada en los archivos musicales.
Los archivos musicales religiosos
No hemos tenido mucha suerte con la preservación
de los archivos religiosos en Euskal Herria. Sin grandes núcleos
urbanos, solamente Pamplona y Bayona dispusieron de catedral en el Antiguo
Régimen. La catedral significaba mayores posibilidades de efectivos
musicales, y así lo muestra el rico archivo musical de la catedral
de Pamplona que afortunadamente se conserva. Nada sabemos de la importancia
que tenía la música en la de Bayona. Bilbao, Vitoria y San
Sebastián han de esperar hasta el siglo XIX para tener catedral con
lo que la música religiosa estaba al cargo de unas Capillas musicales
de alcance más modesto. Poco han conservado Bilbao y San Sebastián
y no así Vitoria que conserva un rico archivo con música desde
el renacimiento tardío hasta nuestros días.
Los monasterios y conventos tuvieron, en lo que sabemos, unos comportamientos
desiguales en cuanto al cultivo de la música. Todo parece indicar
que fue la orden franciscana la que propició un mayor desarrollo,
sobre todo en los conventos de San Mamés de Bilbao (documentación
hoy perdida) y Aránzazu que conserva un rico archivo, fundamentalmente
de música barroca.
Los archivos musicales civiles
El siglo XVIII significa para el País
Vasco el despertar a la modernidad cultural. En música se escuchan
por vez primera óperas y sinfonías, logrando reunir la Real
Sociedad Bascongada de los Amigos del País un archivo musical sinfónico
importante hoy también perdido. El nefasto bélico siglo XIX
hace esperar la aparición de entidades musicales generadoras de archivos.
Surgen así en el último tercio del siglo las bandas, los orfeones.
El Orfeón Pamplonés, la Sociedad Coral de Bilbao o el Orfeón
Donostiarra son algunas de las entidades corales que desarrollan unos importantes
archivos musicales. Las bandas, sin embargo, con unos materiales frágiles
por su uso al aire libre, han tenido unos archivos musicales de conservación
más irregular.
Es en este siglo cuando las orquestas han podido desarrollar una cierta
actividad regular. Los problemas en cuanto a funcionamiento tienen su clara
consecuencia en unos archivos poco definidos.
Pocos teatros han podido subsistir el paso de los tiempos, con lo que se
ha perdido mucha documentación musical en el terreno lírico.
Lo mismo ocurre con agrupaciones creadas en este siglo para amenizar las
veladas de casinos y cafés. La documentación que se conserva,
muchas veces fragmentaria, se conserva ahora en bibliotecas y otros centros
documentales.
Los archivos personales
La débil historia de la imprenta musical
en Euskal Herria es un importante factor a tener en cuenta a la hora de
valorar los archivos personales de los compositores. La mayor parte de su
producción artística solamente se conserva en las partituras
manuscritas originales o en copias de copistas profesionales. Pocos compositores
vascos han sido objeto de un archivo público al estilo del de Manuel
de Falla, en Granada, Erik Satie en Paris, o Benjamin Britten en Aldenburgh.
El Archivo del P. Donostia, en Lekaroz, es el más importante, gracias
a los desvelos del P. Jorge de Riezu. El Archivo del P. Otaño, en
Loyola, contiene importante documentación. Son casos aislados. Los
archivos personales de los compositores vascos quedan, en el mejor de los
casos, recogidos en las bibliotecas de conservatorios y centros documentales
como el Archivo Municipal de Pamplona (P. Sarasate), el de Loyola, el de
Belloc (J. Urteaga) y principalmente ERESBIL (25 archivos de compositores).
Los archivos audiovisuales
El siglo XX ha producido con respecto a la música
una revolución técnica sin parangón en siglos pasados.
La posibilidad de la música grabada, la creación de instrumentos
electrónicos y la tecnología digital ha dado un vuelco también
a la documentación musical. Surgieron así los archivos sonoros,
principalmente en emisoras de radio y más adelante en las compañías
discográficas.
Desgraciadamente las emisoras de radio (algunas de ellas datan de los años
veinte) no han dado una dimensión patrimonial a sus archivos. Muy
poco es lo que se conserva de documentación sonora original en las
radios, que se limitan en general a gestionar la fonoteca de uso para los
programas radiofónicos. Ultimamente la desaparición de las
colecciones de discos de vinilo ante los modernos soportes digitales, está
producioendo cesiones y cambios de depósito de colecciones fonográficas
con vistas a su preservación documental.
En el caso de las casas discográficas, en general de tamaño
reducido y difícil historial, con absorciones y rápidas desapariciones,
es poco lo que sabemos de sus propios archivos.
Depósitos de archivos
La existencia de instituciones de documentación
ha posibilitado la conservación de archivos tanto personales como
de instituciones musicales que de otra manera se hubieran perdido. La Catedral
de Pamplona acoge en su archivo musical otros archivos personales de músicos
vinculados a la propia capilla musical. Algo parecido sucede con el archivo
P. Otaño en Loyola que acoge en este momento fondos de compositores
y colegios jesuitas. Las bibliotecas de los conservatorios recogen por su
parte fondos personales de compositores e intérpretes vinculados
a su historia o a la historia de la respectiva localidad. La Escuela de
música de Getxo tiene el archivo Andrés Isasi; el Conservatorio
de Vitoria varios fondos como los de Dimás Sotés, José
Rada; el Conservatorio de Donostia los archivos de la Banda Municipal, de
la Orquesta del Casino entre otros.
En 1974 surge en Rentería ERESBIL dedicado a recoger y difundir principalmente
la obra de los compositores vascos. En estos veinticinco años tiene
entre sus fondos más de setenta fondos documentales, entre los que
sobresalen los archivos personales de 25 compositores, 7 coros, 15 intérpretes
o 5 colecciones y archivos sonoros.
La situación actual es, pues, esperanzadora en el sentido de que
nunca los archivos musicales habían tenido como hasta ahora la posibilidad
de conservarse aun en el caso de que desapareciera la entidad generadora
de documentación. Justo es decir que mucha es la labor y pocos los
medios, pero aun así tenemos la posibilidad de preservar la memoria
musical de este siglo que está a punto de dar el relevo a uno nuevo
que tendrá un importante reto ante la elección de soportes
documentales.
Jon Bagüés, Técnico
de Eresbil |