El
euskara en los medios de comunicación, ¿hacia el modelo italiano
o irlandés? Traducción
al español del original en euskera |
Javier
Díaz Noci |
Es evidente la importancia que los medios de comunicación han tenido
y tienen en la unificación y regulación de las lenguas. Lo
cual no significa que el trayecto sea fácil, claro. Precisamente
ése es uno de los actuales retos del periodismo respecto al euskara:
conseguir la naturalidad, sin dejar de lado la correción, estandarización,
y, en fin, el artificio (ya que el periodismo se realiza con arte y técnica,
y el mejor artificio es aquél que el lector, oyente o espectador
no percibe). En mi opinión, no hay demasiados motivos para preocuparse.
Pero tampoco es cuestión de bajar la guardia, como ha sucedido con
otros idiomas. Ahí están los avisos de algunos filólogos,
que nos recuerdan la responsabilidad que tenemos de los periodistas (y medios
de comunicación); así como los españoles tienen a Lázaro
Carter que pone el dardo en la palabra, nosotros tenemos a Ibon Sarasola
para acusar los achaques del euskara unificado. Ambos tienen razón
al denunciar los errores que tan frecuentemente se leen, oyen y ven, pero
lo que también es cierto es que los periodistas han de solucionar
los usos del idioma todos los días y en todo momento, sin contar
para ello con demasiado tiempo. No se trata de ninguna broma saber cómo
y cuándo utilizar los neologismos y tecnicismos, dar un lugar a las
variedades dialécticas (en nuestro caso, a los dialectos de la lengua
vasca y a las hablas locales), tener un estilo comprensible y correcto,
por citar algunos ejemplos.
Aunque parezca extraño, el euskara unificado goza de una completa
aceptación y se utiliza, por lo menos en el País Vasco peninsular,
donde los acuerdos en materia de idiomas no son (desgraciadamente) muy frecuentes.
Recordemos nuestra joven variedad lingüística: no podemos exigirle
a nuestro euskara unificado que en 30 años haga lo que otras lenguas
han hecho en siglos. Tranquilidad; las cosas, con tal de llegar, llegarán
a su debido tiempo. A pesar de que aún falta algo, nuestro estándar
está en camino, y tal como la Academia de la Lengua Vasca (Euskaltzaindia)
ha repetido en varias ocasiones, esta variedad común para usos elaborados
tiene una presencia cotidiana. Y esa presencia la confirman los medios de
comunicación, los periodistas a fin de cuentas, desde que en 1970
se publicaran en el periódico Anaitasuna los primeros textos escritos
en euskara unificado.
En la actualidad, los pioneros a la hora cumplir y llevar a la práctica
el consejo que la Academia de la Lengua Vasca recuerda sin cesar (con el
fin de que no quede en meras palabras( son los medios de comunicación:
también ellos aseguran la presencia de los dialectos vascos que son
buen euskara. En muchos periódicos, radios y televisiones locales,
se esfuerzan en recuperar las variedades de la zona, la mayoría de
las veces sin dejar de lado la apuesta por el euskara unificado. En un principio,
este movimiento a favor del dialecto vasco de un pueblo puede parecer contrario
al movimiento centrípeto a favor del euskara unificado, es decir,
centrífugo para éste último. Pero, bien mirado, por
ahora no es así: los dos esfuerzos, que muchas veces pueden ser complementarios
entre sí, trabajan al fin y al cabo a favor de la estandarización.
Para poder impulsar satisfactoriamente las variedades locales, ha de codificar
y regularse la lengua local; no hay otro remedio.
Sin embargo, no todo es de color rosa o verde esperanzador; hay problemas,
achaques y obstáculos. Por ejemplo, la tantas veces mencionada dependencia
respecto a otra lengua; mejor dicho, otras lenguas (en el País Vasco
peninsular respecto al español y en el País Vasco continental
respecto al francés), y me pregunto si en éste último
no será mayor que aquí, si no vemos nuestros colingüistas
de la parte continental con un poco de paternalismo o como hermanos pequeños.
También deberá tomarse una decisión respecto a la pronunciación
en los medios audiovisuales. En esa naturalidad que ha de desarrollarse,
los dialectos vascos tienen mucho que decir. No sé si será
posible utilizar cualquier acento y pronunciación en el euskara unificado.
Quizás, como ocurre en otros muchos idiomas, predomine sólo
uno. Puede que sea el guipuzcoano de Beterri, pues parece que hasta el momento
es el más extendido en nuestra radio-televisión nacional.
Quién sabe.
En medio de este recorrido del euskara unificado hacia su conversión
en lengua viva, tengo la esperanza de que se trata únicamente de
una cuestión de tiempo: ahí tenemos el caso del italiano.
El italiano estándar era una lengua bastante artificial, basada en
el toscano literario, utilizado el siglo pasado por la mayoría de
los italianos instruídos para cultismos; pero en la calle, en familia
y entre amigos, lo que se hablaba era el dialetto. Sin embargo, en la actualidad
son cada vez más los italianos que utilizan como única lengua
el italiano estándar, el llamado l'italiano della radio; ¿por
qué no habría de ocurrir lo mismo con nuestro euskara unificado?
La integración y la convivencia son imprescindibles. La convivencia
de las lenguas y, sobre todo, la convivencia de los parlantes y seres humanos.
Ya sé que puedo resultar muy tópico, o, si queréis,
inocente, al decir lo siguiente, pero a pesar de ello lo voy a decir: el
euskara, al igual que cualquier otra lengua que puede servir de instrumento
para una verdadera comunicación, ha de ser la lengua de una sociedad.
Dicho de otro modo: todos los del País Vasco (los vascos o, al menos,
quienes debieran ser bilingües; gracias a la educación estamos
en ello), y, aunque parezca extraño, también todos los vascos
debemos sentir el euskara como algo muy nuestro. No me refiero al valor
simbólico del idioma. Tampoco, claro está, al militantismo.
Lo que en otros tiempos seguramente fue útil, hoy no es, en mi más
humilde opinión, nuestro mejor amigo de viaje.
Desde mi ignorancia, vislumbro dos posibilidades para el euskara. Una es
el modelo italiano, anteriormente mencionado. La otra -Koldo Mitxelena advirtió
hace tiempo sobre este riesgo- el caso de Irlanda, que tanto admiramos en
otros aspectos. Parece ser que el irlandés está mejor que
nunca: es oficial, se enseña en las escuelas, lo conocen todos y
son capaces de utilizarlo; el vínculo con la propia lengua es mayor
que nunca. No obstante, el irlandés se escucha menos que nunca en
las calles de Dublín. No nos engañemos: aun con la ayuda,
decisiones y esfuerzo de las instituciones, una lengua vivirá o morirá
según la voluntad de los parlantes. |
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