Rituales funerarios pre-romanos en Alava y su perduración
Idoia Filloy Nieva

Llegar a conocer los modos de vida, la organización económica y social, el nivel tecnológico o simples aspectos de la vida cotidiana de nuestros antepasados, en unas épocas en las que las referencias escritas directas no nos informan sino puntual, generalizada y muchas veces sesgadamente, es una tarea ardua y dificultosa. Con la investigación arqueológica, a través del estudio de los restos materiales y estructuras que han llegado hasta nosotros de estas gentes, podemos llegar a hacernos una idea de aspectos como los mencionados anteriormente, que nuevos descubrimientos pueden confirmar o desbaratar.
Si ello ocurre en cuestiones "materiales", qué hemos de decir cuando se trata de abordar el análisis del mundo de las creencias, de ese mundo espiritual tan íntimamente ligado a lo cotidiano en nuestro no tan remoto pasado.

En este sentido, los rituales funerarios constituyen una fuente de información fundamental, en cuanto que suponen la plasmación material de determinadas creencias en un aspecto tan trascendental -antes y siempre- como el del más allá. Su análisis supondrá por tanto establecer un punto de contacto con el mundo espiritual de estas gentes.

Presentaremos aquí los tipos de ritual funerario que conocemos en el actual territorio alavés en el período anterior a la romanización de la zona. También analizaremos brevemente si ésta supuso realmente un impacto sustancial en este aspecto.
Así, sabemos que en el siglo IV a.C., durante la IIª Edad del Hierro, momento en el que nuestro territorio se está empezando a beneficiar de los importantísimos avances tecnológicos y económicos de la época, se constatará la existencia de una dualidad ritual de carácter funerario, ya plenamente instalada:

  • Ritual de la inhumación, aplicado con exclusividad sobre individuos infantiles, que son enterrados dentro de los poblados, generalmente -no siempre- en el interior de las viviendas, bajo el suelo de las mismas y normalmente junto a la pared. Sólo en contadas ocasiones se documenta la presencia de ajuares acompañando al difunto, por lo demás siempre reducidos (pulseras, pequeños adornos, cuenquitos cerámicos, malacofauna). No es sistemática ni la orientación ni la posición de los cuerpos. Son numerosos los poblados alaveses en los que se ha podido evidenciar la presencia de este ritual. En Atxa (Vitoria-Gasteiz) por ejemplo se localizaron un total de 49 inhumaciones infantiles, siendo espectacular el caso de uno de los fondos de cabaña en cuyo interior hallamos 15 niños enterrados junto a las paredes.
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  • Ritual de la incineración, aplicado sobre la población adulta (aunque no es posible asegurar que exclusivamente sobre ella) y enterramiento de los restos en necrópolis o cementerios "en área abierta" ubicados al exterior pero en las cercanías del área habitada. Se trata de enterramientos individuales, en que los restos del individuo cremado (en los casos alaveses siempre en ustrinum o lugar diferente al de su enterramiento) eran depositados junto a sus ajuares al interior de cistas de piedra -como en el caso de La Hoya (Laguardia)- o de simples agujeros excavados en la roca -como en Carasta (Caicedo Sopeña)-. Por el momento no tenemos constancia de la utilización de urnas cerámicas, tan frecuentes en otras necrópolis de este mismo momento y contexto cultural. En ocasiones el lugar del enterramiento era señalizado exteriormente mediante una estela de piedra, en determinados casos grabadas con motivos de carácter astral. No deja de ser curioso en el caso alavés, que las dos únicas necrópolis de esta época localizadas correspondan a lo que denominamos "tumbas de guerrero", debido a que los elementos que componen su ajuar son esencialmente armamento (puñales con sus vainas y tahalíes, lanzas y venablos, regatones, umbos de escudo), aunque también los hay de indumentaria personal (torques, fíbulas, botones) o de adorno (pulseras), junto a otros objetos presentes en mucha menor proporción. Esto es, estaríamos ante el enterramiento de una élite de guerreros a caballo (aparecen también entre los ajuares arreos de caballería, así como un "cetro de mando"). Su concentración en el caso de la necrópolis de La Hoya, en el mismo momento cronológico en que en el poblado se documenta un ataque y una destrucción generalizada, invita a pensar en una posible relación entre dicho momento y el del enterramiento de un importante grupo de guerreros. Nos faltan en cualquier caso por el momento las necrópolis correspondientes a otros sectores de la población, que cuando se localicen aportarán nuevos datos sobre los rituales funerarios y la sociedad del momento.

    En este punto nos podemos plantear qué incidencia tuvo la romanización sobre estos rituales funerarios y, en definitiva, sobre el mundo de las creencias representadas por ellos. En este sentido, hemos de señalar cómo el carácter sincrético del mundo romanizador se hace también patente en este caso. Así, en época altoimperial -esto es, entre mediados del siglo I de.C., momento en que se consolida la romanización en este área, y el siglo II- continuará la dualidad ritual anteriormente señalada.
    Esto es, por un lado pervivirá la práctica de la inhumación de los individuos infantiles en los asentamientos y en relación a ámbitos de vivienda, sin que varíen sustancialmente las características anteriormente señaladas. Así lo hemos podido comprobar por ejemplo en el asentamiento rural de Las Ermitas (Espejo) o en la ciudad de Veleia-Iruña (Iruña de Oca).

    Por otro lado también se mantendrá la práctica de la incineración y el enterramiento en necrópolis, si bien en este caso los ajuares mostrarán la incorporación de elementos de carácter "romano", a la moda del momento por lo tanto. El único ejemplo de cementerio de esta cronología localizado en Alava, concretamente en el poblado de Carasta, no deja de ser un caso curioso. Aquí se ha puesto en evidencia la existencia a fines del siglo I d.C. de la práctica de la incineración y el enterramiento de los restos óseos junto a su ajuar, al interior de estructuras tumulares, manteniendo un tipo de señalización funeraria fuertemente arraigado en la zona, a pesar de la evidente incidencia en los ajuares de una nueva cultura. Necrópolis más característicamente romanas no se han localizado por el momento en territorio alavés pero sí muy cerca. Así serían ejemplos muy claros los casos navarros de Iturissa (El Espinal) o Santa Criz (Eslava), con presencia de mausoleos, esto es, de enterramientos de señalización monumental.
    En conclusión, hemos de señalar que la romanización no supuso un cambio sustancial en los rituales funerarios de nuestro territorio. Será ya en época bajoimperial, cuando -al menos desde el siglo IV d.C.- se evidencia un cambio radical que se manifiesta en la expansión de la inhumación individualizada en necrópolis. Pero este fenómeno se imbrica dentro de una tendencia generalizada que se evidencia en unos territorios ya plenamente romanizados y muy posiblemente de la mano de nuevas creencias de tipo religioso.


    Idoia Filloy Nieva participa en el programa de investigación sobre el yacimiento de Iruña/Veleia (Iruña de Oca)
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