Si al dar comienzo a una nueva tarea lo correcto nos parece hacerlo desde
el principio, en el caso del paisaje lo lógico sería partir
de su definición; pero si es cierto que en cualquier ámbito
resulta difícil empezar desde el principio, es decir, desde los conceptos
fundamentales, lo es aún más en el ámbito paisajístico,
ya que nos encontramos con poca unanimidad en su propia definición.
Confiando en que el ahondar en los fundamentos de estas desavenencias
resultará más útil que ir mencionando una por una las
diferentes definiciones, se ofrecen a continuación algunas reflexiones
sobre los componentes más importantes del paisaje.
El paisaje consta de elementos que se extienden en diferentes dimensiones.
Por un lado, el paisaje tiene una dimensión física objetiva
en la que predomina el relieve o geomorfología. El relieve es el
soporte del paisaje, es la base de sus elementos y procesos. Los elementos,
factores y procesos que aparecen en esta dimensión pueden ser objetivamente
analizados: pueden estudiarse las fuerzas creadoras del relieve de un paisaje;
la composición del suelo y de las piedras; conocer los ríos
que atraviesan el paisaje; examinar la vegetación del paisaje; o
analizar los diferentes usos que el ser humano hace de la tierra.
Además, muchas veces es posible cuantificar o medir los elementos
y factores: el pH del suelo puede especificarse mediante un número;
el caudal de los ríos puede calcularse en litros por segundo; pueden
contarse las especies que conforman la vegetación y el área
que ocupan; ennumerarse los habitantes; contarse los terrenos y tipos de
cosechas; o distinguir los colores del paisaje y fijar la longitud de las
ondas.
Pero, a pesar de que todo lo citado forma parte del paisaje, el paisaje
no es mera geomorfología, ni mera hidrología, ni mera edafología,
ni mera botánica, ni mera ecología, ni mera demografía,
ni la simple suma de todas esas ciencias y la sabiduría de muchos
otros, aun siendo ello bastante difícil. El paisaje refleja las interacciones
de estos componentes y las acciones de los seres humanos, y la primera interacción
que el humano tiene con su entorno es la mirada. Esto nos lleva a la segunda
dimensión del paisaje: la dimensión subjetiva y cultural.
La percepción, la mirada, es una acción activa, porque el
humano interpreta lo que ve ante sus ojos; es decir, que crea en su mente
un paisaje que va más allá de la suma de elementos de carácter
objetivo como son sus experiencias, reflexiones, estudios, aficiones, oficio,
cultura, etc. Partiendo de esta dimensión, los humanos atribuyen
a los paisajes valores tanto afectivos, como de identidad, estéticos,
simbólicos, espirituales, etc., pudiendo algunos de éstos
incluso medirse, como ocurre con el valor económico, pero lo cierto
es que la mayoría son incuantificables o difíciles de cuantificar.
El proceso de atribuir valores al paisaje se inició en la era prehistórica,
al empezar el ser humano a elegir lugares concretos para vivir y enterrar
a sus muertos, y actualmente continúa.
Evidentemente, esta dimensión no se adecúa bien a las metodologías
utilizadas por las ciencias que examinan los componentes físicos
del paisaje; no es fácil de cuantificar, las leyes que dirigen las
vías de percepción no resultan fáciles de esclarecer.
No supone un grave obstáculo mientras se tenga por finalidad el conocimiento
del paisaje; sin embargo, al valerse del paisaje para otros propósitos
sociales, entonces sí que surgen los problemas. Por ejemplo, el paisaje
es un concepto muy útil en la organización territorial o en
la política de conservación, pero éstos se basan en
cuestiones de carácter objetivo, en factores medibles. Así,
al contar con el paisaje para finalidades relacionadas con la planificación,
esta dimensión subjetiva suele en general abandonarse.
El paisaje tiene asimismo una dimensión temporal. Por un lado,
el carácter objetivo del paisaje varía tanto durante el día
como en las estaciones: cambian sus colores, el caudal de los ríos
que transcurren por él, la cosecha de cada temporada es diferente,
etc. Por otro lado, también la dimensión subjetiva de quien
observa el paisaje se transforma con el paso del tiempo, ya que las experiencias
de las que una persona se vale para interpretar el paisaje se innovan. Pero
lo que otorga una dimensión temporal al paisaje es principalmente
su característica acumulación, dado que en el paisaje se puede
"leer" la relación existente entre el ser humano y el entorno,
tanto la relación del pasado como del presente, así como algunos
factores que condicionarán la futura relación.
En este sentido, el paisaje es como un libro que ayuda a entender la
actitud que el ser humano ha tenido respecto a su entorno. Mientras que
el humano ha tenido una reducida capacidad tecnológica y los grupos
humanos han sido en el espacio y tiempo unidades más limitadas que
en la actualidad, este libro ha ido escribiéndose transformando las
primeras "hojas", y ha sido posible distinguir el texto original
de las notas escritas en los márgenes; pero en este último
siglo cantidad de paisajes han sufrido violentos cambios y han surgido nuevos
paisajes. Así, a medida que se ha ido desarrollando la capacidad
tecnológica y debilitando la dimensión subjetiva del paisaje,
así como estandarizándose, muchas de las hojas de este libro
que atesora el paisaje se han perdido, a veces incluso capítulos
enteros.
Además, el paisaje tiene la peculiaridad de la retroalimentación
o feedback; además de reflejar la actitud que el ser humano tiene
respecto al entorno, influye en ella, y al mismo tiempo que la dimensión
indicadora del paisaje se debilita, lo mismo ocurre con la dimensión
subjetiva que le conceden los seres humanos; es decir, que a medida que
el paisaje pierde la aptitud de indicar de dónde procede y dónde
va el ser humano, también éste último pierde la capacidad
de entender el paisaje. Quizás lo más preocupante sea esto
último; mientras el humano conserve la capacidad de entender y sentir
el paisaje, podrá apropiarse de los nuevos paisajes que surjan, pero
de perderse tal capacidad, el ser humano se sentirá extraño
en el mundo.
Miren Askasibar, ex-Basque Fellow en Oxford |