Una vez tramitado el asunto de las acreditaciones, cuestión espinosa
debido a la aglomeración de periodistas y medios que requieren tal
formalidad, el comunicador tiene ante sí el difícil reto de
informar sobre un festival de cine que se ha convertido, con el paso de
los años, en uno de los más prestigiosos de todo el mundo.
La acción comienza días antes del inicio del certamen.
Las noticias acerca de los nombres que van a acudir a San Sebastián
invaden la mente del aguerrido reportero, que ya se imagina los empujones
que va a recibir al intentar conseguir el retrato de Antonio Banderas o
las primeras palabras de Anthony Hopkins. Y es que somos muchos, y todos
buscamos lo mismo.
Son ya varios años los que he tenido el placer de cubrir el Festival
Internacional de Cine de San Sebastián. La experiencia abre puertas,
no cabe duda. Recuerdo que el primer año ni siquiera sabía
que tenía a mi disposición un casillero en el que, además
de las informaciones y fotografías de todas las películas
que se proyectan, podía recibir mensajes concretos de la dirección
del festival, concertar entrevistas, etc.
Uno hace muchos amigos en Donostia. Conoce a colegas con los que luego
coincide en otras celebraciones, a actores que pueden parecer inaccesibles
y luego resulta que son tíos encantadores, a cinéfilos que
se pasan el día en las salas viendo largometrajes de todos los estilos...
Amistades que se recuperan y amplían en cada nueva edición.
Anécdotas varias se suceden año tras año en esta
ciudad bañada por el Cantábrico. Alex Angulo, actor vasco
que aumenta su prestigio cada vez que aparece en escena, buscaba el año
pasado como loco una entrada para poder presenciar el estreno mundial de
Perdita Durango. El largometraje de su tocayo Alex de la Iglesia
levantó tal expectación que era difícil conseguir acceso
al enorme pabellón deportivo en el que se iba a proyectar. Angulo
recurrió entonces a los periodistas. Nosotros teníamos la
oportunidad de ver la película unas horas antes en el marco del Teatro
Victoria Eugenia, en un pase reservado a la prensa. Junto a los reporteros,
y algún que otro curioso, el actor vio esta cinta.
La imagen de la estrella se desmitifica al verla de cerca. Mel Gibson es
más bajito de lo que parece. Keanu Reeves pierde mucho al natural.
Catherine Deneuve conserva su glamour y elitismo, aunque su carácter,
un tanto endiosado, dejó mal sabor de boca sobre todo entre los fotógrafos
a los que tan sólo concedió un escaso minuto para que realizasen
su trabajo.
Diego Galán, director actual del Festival, no tiene reparo en aceptar
que la visita de Mickey Rooney fue un tanto pesada. El ex niño prodigio
norteamericano es un gamberrete de cuidado y, a veces, se excede en su simpatía
con bromitas mayúsculas.
La que asombró a todos con su forma de ser abierta, cordial y de
alegría contagiosa fue Emma Thompson. La actriz es una de las personas
más agradables que se han dejado ver en San Sebastián. Y Susan
Sarandon "tiene una magia que no tienen las demás", según
palabras del propio Galán.
Naturalmente, el cine vasco tiene reservado un hueco importante en el
certamen donostiarra. Homenajes como el propiciado en 1996 a Eloy de la
Iglesia dejan constancia de una preocupación por nuestra cinematografía.
Preocupación que se ve compensada por los muchos actos, publicaciones
y películas nuestras que se ven en Donostia.
El realizador vasco, alejado del panorama cinematográfico durante
varios años por sus problemas físicos, recogió la fuerza
necesaria para regresar al cine en San Sebastián. El apoyo, los ánimos
y las buenas palabras de sus compañeros y amigos reafirmaron la decisión
de Eloy de la Iglesia de regresar a su mundo, para beneficio de todo cinéfilo
que se precie.
Y es que el cine vasco ha sufrido altibajos importantes, pero en los últimos
años se ha consolidado y de él han surgido decenas de nombres
muy reclamados por todos.
Imanol Uribe, por ejemplo, logró la Concha de Oro con cintas tan
dispares como Días contados o Bwana. El realizador
vasco tiene un cariño especial hacia el certamen donostiarra. Es
una persona accesible y comunicativa, una delicia para los periodistas acostumbrados
a capear con toros bastante más bravos que él. Recuerdo que
coincidí con Uribe en la sierra navarra, en el rodaje de Secretos
del corazón -largometraje del cual era productor-. Allí,
comentaba su relación con San Sebastián. "Me halagó
mucho que Días contados triunfara, significa mucho para mí.
Imagino que este año, con Bwana, no tendré tanta suerte",
comentaba el director. Tal era su creencia que Uribe abandonó la
capital guipuzcoana unas horas antes de que el premio se diera a conocer.
El cineasta se enteró de su triunfo por la radio, mientras viajaba
hacia Madrid. Media vuelta y marcha atrás. Regresó a Donostia
con una amplia sonrisa en la boca y un gesto de auténtica incredulidad
en el rostro. "Aún no puedo creer que me hayan dado el premio
un año más, me parece algo increíble. Estoy muy orgulloso",
balbuceaba Imanol a los muchos periodistas que le esperaban a las puertas
del Hotel María Cristina.
Precísamente el conocido hotel guipuzcoano es el auténtico
cuartel de batalla de los reporteros. El María Cristina es el centro
de atención en el que se mueven actores, directores, productores,
periodistas, curiosos, cazadores de autógrafos, etc. Salvo las salas
de proyección, en donde se difunden los muchos filmes que pasan por
Donostia, el hotel con nombre de reina es el auténtico centro del
Festival. A sus lujosos salones sólo se accede con acreditación,
son muchos los listillos que intentan colarse en busca de un autógrafo
o una simple mirada del actor de turno, pero la seguridad del hotel se lo
impide. Allí pasamos mañanas y tardes esperando conseguir
una entrevista con la estrella más destacada. Horas y horas paseando
por el hall, ojeando en busca de la noticia, de los rumores y los comentarios.
Muchos titulares salen directamente de esos salones.
Un año más toca acudir a Donostia, capital del cine durante
estos días. En esta ocasión ya sabemos, por ejemplo, que conseguir
una cita con Anthony Hopkins será prácticamente imposible.
El veterano actor vendrá con el tiempo justo de recoger su Premio
Donostia y regresar a su mansión hollywoodiense. Con Banderas será
más fácil, aunque también pelín complicado.
Pero Antonio es legal, accesible hasta cierto punto por la figura en que
se ha convertido, pero amigable y cordial con los periodistas.
Ya me imagino los empujones. Los pisotones, pegas, dilemas, problemas...
Pero sabemos a lo que vamos, y lo que es mejor, pese a tanto trabajo, yo
me lo paso pipa en San Sebastián. Si fuera a diario, me hartaría;
pero siendo una vez al año...siempre estoy deseando que llegue el
mes de septiembre.
Joseba Fiestras es periodista de El periódico de
Álava |