Cautivos de nuestros sueños Cautivos de nuestros sueños * Aingeru Epaltza ¿Nuevas tierras para el euskera? ¿En Navarra? Ya nos gustaría. Pero con unas aguas desbordadas que amenazan con llevárselo todo por delante, el sufrido euskaltzale navarro bastante tiene con resguardar su humilde huerta de la avenida como para ponerse a roturar nuevos espacios. Aquí graniza, y el paraguas que debería protegernos tiene más agujeros que un colador. ¿Nuevas tierras? Es bonito soñar, pero no estamos para fantasías. Demasiado hemos padecido esa enfermedad durante las dos últimas décadas y no es cuestión de volver a despertar para darnos de bruces con la realidad. Para frustraciones nos basta con las que ya tenemos. . Confesémoslo, aunque nos sangre la lengua: tampoco estábamos tan mal. Cuando en 1971 Sánchez Carrión publicó su libro "Estado actual del vascuence en la provincia de Navarra", ni el más optimista se hubiera atrevido a apostar por la supervivencia del euskera. Excluido de la escuela, de la cultura y de la vida pública, extranjero en la ciudad, relegado a la zona de la Montaña, menospreciado, sin prestigio y considerado en todas partes como una reliquia a extinguir, tras una regresión de más de mil años se encontraba a punto de tocar fondo, dispuesto a ser rematada por las fuerzas conjuntas del franquismo y la modernidad. Sin embargo, treinta años más tarde, el número de vascoparlantes no sólo había dejado de disminuir, sino que además aumentaba. Muchos de ellos estaban escolarizados, y eran capaces de leer y escribir en euskera. El idioma iba cobrando fuerza en el sistema educativo y conquistaba nuevos terrenos en el ámbito cultural. Igualmente, se asomaba por los medios de comunicación y la administración, y empezaba a manifestarse en los ámbitos urbanos. En aquellos mismos valles a los que tres décadas antes considerábamos los últimos santuarios de la lengua, había pasado de ser el testigo de un mundo que desaparecía en silencio a convertirse en símbolo del progreso,e incluso entre los mismos castellanoparlantes iba extendiéndose el aprecio y el reconocimiento hacia ella. No fue fruto de la casualidad. El movimiento a favor del euskera cuenta con muchos años en Navarra. Surgió aquí, antes que en ningún otro lugar, de la mano de Campión, hace ya un siglo. Sin embargo, no tomó cuerpo y fuerza hasta finales de los años 70, impulsado por las nuevas corrientes procedentes de Gipuzkoa y Bizkaia, en su doble vertiente, creativa y reivindicativa a la vez. El avance vivido en los años 80 90 se debe, en gran medida, a la descomunal labor de cientos de hombres y mujeres que trabajaron por rescatar al idioma del agujero a donde le había precipitado la historia. Un contexto diferente Con todo, el ímpetu y la fuerza de ese movimiento no hubieran sido suficientes si no hubiera cambiado también el contexto jurídico político. En los años posteriores a la muerte de Franco, la mayoría de los euskaldunes y euskaltzales de Navarra vivimos como un auténtico drama el fracaso de los intentos por unificar la parte oriental y occidental del País Vasco peninsular. La abismal divergencia, tanto de hecho como de derecho, entre los caminos elegidos por la Comunidad Foral de Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca con respecto al euskera no hicieron sino agudizar nuestros temores. Muchos de entre nosotros han volcado todos sus esfuerzos en cambiar dicha realidad institucional. Aún siendo esto así, es difícilmente explicable la tendencia positiva a la que acabo de aludir sin la relativa protección que la Ley Foral del Vascuence otorgó a nuestra lengua, porque a pesar de su carácter rácano e insuficiente, ofreció instrumentos que nos permitieron seguir avanzando. Aunque nos cueste reconocerlo, desde que Navarra tiene tal nombre, incluidos los tiempos del reino independiente, el estatus institucional más favorable con el que ha contado el euskera a lo largo de su historia, es el de la época socialista o los años de Alli como presidente. Los vascófilos apenas si nosdimos cuenta de ello. Ni tan siquiera llegamos a apreciarlo. Quizás, por la gran cantidad de sombras que rodeaban a las luces. La zonificación impuesta por la ley dejó sin rastro alguno de oficialidad toda la Ribera, las zonas de Tafalla y Sangüesa e incluso la parte oriental de la Cuenca de Pamplona, es decir, casi dos tercios del territorio de la Comunidad Foral. Detuvieron el impulso que llegaba de la enseñanza obligatoria en las puertas de la Formación Profesional y de la Universidad. Sin olvidar la negativa de las instituciones a la legalización de medios de difusión en euskera y de un buen número de ikastolas, ni tampoco las continuas trabas impuestas a los iniciativas para empezar a afrontar la euskaldunización de la Administración Foral. El lastre A finales de la década de los 90, los euskaldunes de Navarra teníamos bastantes motivos para estar descontentos con lo que ocurría. Pero no eran el carácter restrictivo de la ley o la en el mejor de los casos tibia actitud de las autoridades los únicos obstáculos que frenaban nuestro afán por ir más allá. El lastre lo llevábamos nosotros mismos. El nacionalismo dota al euskaltzale de un estímulo y una meta, pero a la vez le impone sus propios límites. Y si esto ocurre en toda Vasconia, aún más en el caso de Navarra. Bajo el manto de la ikurriña recabamos el aliento y la ayuda de nuestros hermanos occidentales, pero resulta una dudosa tarjeta de presentación en un territorio donde el 80 % de sus pobladores no se considera nacionalista. Por lo menos si de lo que se trata es de atraerlos a nuestras tesis. Algunos de nosotros nunca han querido aceptar esta realidad tan diáfana. Otros, con el paso del tiempo, han procurado disfrazar sus ideas, e incluso ha habido quien ha aprendido a guardárselas en el bolsillo de una vez por todas. Alguna influencia habrá tenido todo ello en el crecimiento de la enseñanza en euskera y en la escasa oposición que encontraban entre los ciudadanos las iniciativas provenientes de los ayuntamientoso del propio Gobierno. La víspera de adentrarnos en el nuevo milenio, algunos nos ufanábamos en público por haber superado nuestro espacio ideológico "natural", pero al mismo tiempo percibíamos en privado cuánto quedaba por hacer para ensanchar nuestro estrecho mundo. Para un amplio espectro de la población navarra, los euskaltzales nunca hemos sido nada más que el caballo de Troya del nacionalismo o agentes secretos de ETA, y el euskera, un símbolo del salvajismo y un instrumento de limpieza étnica, incluso cuando todavía nadie se expresaba en esas palabras. Es un dato importante, porque dicho núcleo duro además de abarcar a buena parte de la población de la Comunidad Foral cerca del 25 30 %, según las encuestas realizadas a partir de 1990 , se encuentran entre ellos el grueso de la élite política, cultural, económica, empresarial, sindical, universitaria y eclesiástica. Cuando en el año 2000 los grupos vascófilos se encontraban en plena campaña para exigir una nueva ley del vascuence, esa misma élite expresaba a los cuatro vientos su posición diametralmente opuesta con respecto al mismo tema. Para este sector las cosas habían llegado "demasiado lejos" y la normativa vigente resultaba excesivamente generosa con la minoría euskaldun. Obviamente, el Gobierno del UPN hizo suyas esas tesis, no las del movimiento euskaltzale. Y no podía ser de otro modo, ya que es ese núcleo duro donde se ha formado la mayoría de sus miembros. A fin de cuentas, la victoria que este partido alcanzó en las elecciones forales del año anterior se había producido a la sombra del ambiente antinacionalista provocado en todo el Estado también en Navarra primero por la caza de concejales iniciada por ETA y después por el pacto de Lizarra, y en cierta medida gracias a él. Lo que ha venido después ya no es noticia: se trata de una ofensiva general y continuada para segar la hierba bajo los pies del euskera llevada a todos los ámbitos de la vida. En las instituciones, en los ayuntamientos, en lasempresas, en las escuelas, en los establecimientos comerciales, en las sociedades privadas, hoy en día aquel que quiere llegar a ser algo en Navarra percibe cuán importante es mostrar sus distancias cuanto mayor mejor con el mundo del euskera. Y ese estado de opinión va poco a poco calando entre los ciudadanos de a pie, esa mayoría que no es ni euskaldun, ni euskaltzale, ni abertzale. Sólo falta que nosotros también lleguemos a interiorizarlo para que todas las decisiones y medidas que el Gobierno de Navarra ha adoptado en estos tres últimos años cobren finalmente sentido. En estos momentos, nuestro mayor enemigo es esa sensación. Esa sensación, además de nuestro cansancio, de nuestra desesperanza... y de nuestra crónica querencia por caminos que no llevan a ninguna parte. Expectativas históricas Es evidente que el mandato del actual Gobierno de Navarra no durará toda la eternidad. UPN tiene más posibilidades que ninguna otra formación para salir victoriosa en las próximas elecciones, pero la carrera no ha hecho más que empezar. Un gobierno diferente es posible en Navarra. Un gobierno diferente, no un gobierno abertzale. ¿Seríamos capaces de sacarle partido? Si queremos detener el deterioro del euskera en la Comunidad Foral, no seremos los vascófilos quienes diseñemos el escenario jurídico institucional necesario para ello, ni tampoco los partidos nacionalistas que en teoría nos representan. Ni ahora, ni tampoco en el futuro. Habrá que pactar con otras fuerzas políticas que se encuentran a mucha muchísima distancia de nuestros puntos de vista. Con la certeza de que, a menos que en el mapa electoral tenga lugar un vuelco ideológico colectivo por el momento impensable, la correlación de fuerzas no nos va a ser favorable. Con la certeza, igualmente, de que el resultado no coincidirá con nuestras expectativas históricas. Con la certeza de que no constituirá más que un punto de partida, un punto de partida imprescindible, para poder recuperar lo que hemos perdido enestos cuatro años, y, tal vez, para poder encontrar puntos de avance en otros ámbitos. ¿Que resulta duro? Más duras son las otras opciones, y ya hemos perdido demasiado tiempo cautivos de nuestros sueños. Llevamos un cuarto de siglo a la espera de ese milagroso acontecimiento que, de la noche a la mañana, nos saque del atolladero donde nos encontramos. Nada de eso ha sucedido y, a pesar de la insistencia de algunos, en el horizonte no se vislumbra señal alguna que nos permita aferrarnos a la esperanza. Ya va siendo hora. Dentro de cuatro años tendremos que empezar desde más abajo a subir una cuesta más empinada. Aingeru Epaltza, escritor Euskonews & Media 201. zbk (2003 / 02 28 / 03 07) Euskomedia: Euskal Kultur Informazio Zerbitzua Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
Webgune honek cookieak erabiltzen ditu, propioak zein hirugarrenenak. Hautatu nabigatzeko nahiago duzun cookie aukera. Guztiz desaktibatzea ere hauta dezakezu. Cookie batzuk blokeatu nahi badituzu, egin klik "konfigurazioa" aukeran. "Onartzen dut" botoia sakatuz gero, aipatutako cookieak eta gure cookie politika onartzen duzula adierazten ari zara. Sakatu Irakurri gehiago lotura informazio gehiago lortzeko.